
Escrito por Valeria Delgado Esquivel, miembro del Consejo Editorial de Conexión Ambiental
Con motivo de la celebración de la semana temática «Minería, energía e hidrocarburos», un evento colaborativo entre los portales jurídicos de Conexión Ambiental del Equipo de Derecho Ambiental e IUS 360 de Ius Et Veritas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Valeria Delgado Esquivel, miembro del Consejo Editorial de Conexión Ambiental del Equipo de Derecho Ambiental nos acerca hacia el desafío que existe detrás de la producción de energía eléctrica bajo el contexto de cambio climático.
I. Introducción
El cambio climático es una problemática ambiental que afecta a diversas esferas económicas, sociales y productivas. Centralmente se define como los cambios a corto, mediano y largo plazo producidos por el calentamiento global ya sea por causas naturales o por injerencia humana, tales como la quema y consumo de combustibles fósiles. Centralmente, al inicio, la utilización de combustibles fósiles se encontró frente a un vasto escenario de estos elementos explotables y rentables para la actividad humana. Sin embargo, a lo largo del tiempo se llegó a avisorar un eventual final e inexistencia de estos recursos al ser de naturaleza agotable. Aunado a ello, se descubrió que su tratamiento emitía un alto índice de contaminación al medio ambiente. Ante ello, las diversas energías que hoy se conocen se ven en la necesidad de migrar a elementos de producción que sean de naturaleza renovable y sostenible, como en el caso de la energía eléctrica.
Frente al abastecimiento energético existe un desafío ineludible frente a la población que es garantizar el abastecimiento de energía eléctrica. Puesto que, es la fuente energética más convencional que abastece a la mayoría de hogares, y por ende, es eventualmente imposible dejar de usarla. Es por esto que se debe velar por prevalecerla de modo que su producción no comprometa al medio ambiente ni perjudique otras esferas del desarrollo humano. Por estos motivos, la producción de energía eléctrica enfrenta un desafío que implica garantizar que el suministro verdaderamente vaya a perdurar, que sus costos no se eleven y que se vigile su protección ambiental. Ante ello, es relevante adentrarse de manera más específica a la relación entre la producción de energía eléctrica y el cambio climático. Para con ello aterrizar y evaluar cuáles son los métodos de obtención de energía eléctrica que se emplean en el contexto peruano y latinoamericano, y si estos constituyen una medida idónea bajo un contexto de cambio climático.
II. Relación entre la producción de energía eléctrica y el cambio climático
Una de las principales actividades que emiten dióxido de carbono (CO2) es la producción de energía eléctrica, tradicionalmente porque se depende de combustibles fósiles para producirla. Ante ello el ingeniero eléctrico Juan Manuel Zolezzi sostiene que “más de la mitad del efecto invernadero procede del CO2, y tres cuartas partes de este CO2 es causado por el uso de combustibles fósiles. Si se continúa como hasta ahora, la concentración de CO2 en la atmósfera, a mediados del siglo XXI será dos veces mayor de lo que era antes de la revolución industrial” [1]. Sin contar que existe la peligrosa costumbre de privilegiar la producción de energía más barata, pese a que esta puede ser la más dañina para el medio ambiente. Por ello es necesario que existan buenas políticas de control y prevención de daños para evitar. Así como suministrar la creciente demanda controlando las emisiones de estos gases, particularmente el dióxido de carbono.
III. Métodos de obtención de energía eléctrica en el Perú
En el contexto peruano, según el portal del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, la energía eléctrica es obtenida principalmente mediante dos centrales: hidroeléctricas y térmicas. En primer lugar, las centrales hidroeléctricas aprovechan la energía cinética del agua que cae por un desnivel accionando de esta manera generadores. En segundo lugar, las centrales térmicas se encargan de convertir la energía térmica, obtenida a partir de motores de combustión, en energía eléctrica. De esta manera sostiene que el 70% de la producción de electricidad proviene de centrales hidroeléctricas y el resto de centrales térmicas [2]. Es decir, un 30% de la producción total de energía eléctrica en el Perú es obtenida mediante las centrales térmicas.
Sin embargo, se desconoce muchas veces cuáles son los combustibles fósiles que emplean los yacimientos en estas centrales térmicas. Ante ello, Enel Américas, la empresa multinacional de energía eléctrica que opera en Perú, sostiene que las centrales térmicas peruanas utilizan el gas natual que proviene de los yacimientos de Camisea como combustible principal y el petróleo diésel como combustible alternativo [3]. Esta información resulta inconcebible bajo el contexto de cambio climático que se está viviendo. Por un lado, en contra de todo lo que se menciona, el gas natural, no es una fuente renovable de energía limpia sino, por el contrario, es una fuente importante de emisión de gases de efecto invernadero (GEI) [4]. Por otro lado, el petróleo pese a ser una de las principales fuentes de energía en todo el mundo, tampoco constituye un recurso natural renovable.
IV. Métodos de obtención de energía eléctrica en países latinoamericanos
En Colombia, según el portal de Área Metropolitana del Gobierno de Colombia, la producción de energía primaria proviene principalmente de hidroeléctricas a gran escala, gracias a la abundancia de agua en la mayoría de zonas del país. En un segundo lugar proviene de los combustibles fósiles como el petróleo, gas y carbón, cuyas reservas ya se están agotando. En consecuencia, y siguiendo la tendencia de transformación del sector eléctrico a nivel mundial, Colombia también está en una transición energética hacia la inversión y puesta en marcha de tecnologías alternativas para la producción de energía con recursos renovables aportando a las metas de cambio climático y la descarbonización del sector eléctrico. [6]
En Argentina, según el Informe Anual del CAMMESA, la compañía argentina encargada del control de su mercado eléctrico, expresó que la existencia de la energía eléctrica depende en primer lugar de centrales caracterizadas por combustibles fósiles (63% en 2019), principalmente gas natural, y en segundo lugar de centrales hidroeléctricas (27% en 2019); el restante 10% corresponde a centrales atómicas y energías sustentables. [7] Asimismo, la producción energética argentina se distingue del resto de países de Latinoamérica por la utilización de la energía nuclear sobre bases de desarrollo tecnológico propio.
En Ecuador, según el portal del Ministerio de Energía y Minas, en la actualidad el 92% de la generación de energía en el país proviene de centrales hidráulicas, el 7% de térmicas y el 1% de fuentes no convencionales (fovoltaica, eólica, biomasa, biogás, geotermia, entre otras). Esta producción, marcada por energías amigables con el ambiente, satisface la demanda nacional de electricidad, así como la exportación de electrones a los países vecinos. Finalmente, y saludando lo mencionado en el documento del Ministerio se sostiene lo siguiente: “el Gobierno Nacional mantiene el compromiso permanente de incentivar la inversión privada para ampliar la matriz energética, basada en políticas de energía renovable. Todas las acciones emprendidas desde las entidades estatales competentes en materia energética, pondrán en marcha planes estratégicos enfocados en las buenas prácticas que aporten a la reducción de la contaminación, la conservación, la mitigación y la adaptación a los efectos del cambio climático”. [5]
A partir del panorama de estos tres países latinoamericanos, en su mayoría se puede percibir que emplean, así como en Perú, las centrales hidroeléctricas como fuentes de producción de energía eléctrica. Sin embargo, existen países como Argentina que se valen principalmente de combustibles fósiles, los cuales constituyen un retroceso en aras de mermar el impacto ambiental. Ante ello nace la duda sobre qué tanto influyen las políticas y los tratados que se suscriben para frenar el consumo de energía no sustentables en diversos países.
V. Tratados internacionales orientados a la mitigación de emisiones de CO2
Dentro de los tratados internacionales que han tratado de reducir la emisión de gases de efecto invernadero el más significativo hasta ahora a nivel de resultados ha sido el Protocolo de Kioto. Dicho Protocolo fue creado centralmente para reducir las emisiones de gases de efecto (GEI) invernadero que causan el calentamiento global. Es un instrumento que pone en práctica lo acordado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y sentó las bases para futuros acuerdos en la misma materia ambiental. En dicha Convención se enfatizó que los principales gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre son el vapor de agua, dióxido de carbono (CO2), metano, óxido de nitrógeno y ozono. Entre varias de las ganancias a nivel ambiental el Protocolo ha logrado que los gobiernos suscribientes establezcan leyes y políticas para cumplir sus compromisos ambientales. Así como, que las empresas tengan al medio ambiente en cuenta al tomar decisiones de inversión y el fomento de la creación del mercado del carbono, cuyo fin es lograr la reducción de emisiones al menor costo. [8]
Por otro lado, el Acuerdo de París es un tratado vinculante, que tiene por objetivo limitar el calentamiento global mundial a muy por debajo de 2 grados y hasta 1,5 grados centígrados en comparación con los niveles preindustriales. Para ello, el objetivo a largo plazo es que los países suscritos se comprometen a reducir su impacto de modo que se pueda obtener lo antes posible un planeta con clima neutro para mediados de siglo. Dicho Acuerdo constituye otro hito histórico en materia ambiental porque por primera vez un acuerdo vinculante genera que todos los países se unan en una causa común para emprender esfuerzos ambiciosos ante la crisis del cambio climático y bajar sus niveles de emisión de gases de efecto invernadero [9]. Sin embargo, el Acuerdo tampoco es ajeno a la realidad y reconoce que no todos los países en desarrollo tienen capacidad suficiente para hacer frente al cambio climático. Ante ello, se instó a que los países desarrollados aumenten su apoyo respecto a las medidas de fomento a países menos industrializados.
Referencias
[1] Zolezzi, J. M. (2011). Energía y medio ambiente: El desafío de producir energía eléctrica en el contexto del cambio climático. Energía y medio ambiente una ecuación difícil para América Latina, 25-44.
[3] https://www.enelamericas.com/es/conocenos/a201609-enel-generacion-peru.html
[7] CAMMESA (Mayo 2022). «Informe Anual 2021» (PDF). p. 23. Consultado el 15 de marzo de 2023