Escrito por Fiorella Almanza, miembro del Consejo Editorial de Conexión Ambiental
La evolución de los productos sanitarios orientados al proceso menstrual ha avanzado sustancialmente durante esta última década, ya que la modernización de los mismos cambió por completo su naturaleza. Empezaron siendo productos incómodos de usar y que frecuentemente podían llegar a causar infecciones ya que no podían ser esterilizados fácilmente [1]. A día de hoy, los productos descartables como los tampones y toallas sanitarias imperan en el mercado de productos menstruales y han ayudado a que las mujeres puedan mantener un ritmo activo en sus actividades cotidianas durante el periodo menstrual, a diferencia del tiempo pasado donde este proceso era severamente limitante dadas las bajas condiciones para higienizar y limpiar correctamente los productos. Sin embargo, a pesar de lo prácticos y útiles que puedan llegar a ser los productos desechables y el impacto positivo que han tenido sobre la vida de las mujeres, es innegable que dichos productos son una fuente de contaminación al ser fabricados a partir de fibras plásticas que finalmente culminan en vertederos y en el mar [2]. De esta forma, pese a sus consecuencias beneficiosas, estos productos contribuyen al serio problema de contaminación por plásticos que se tiene en el mundo. Ante ello, empieza un debate ético, ¿Deben las mujeres sacrificar su comodidad o sacrificar el medio ambiente?
Desde una percepción con enfoque ecofeminista, la producción, distribución y accesibilidad a los productos desechables para la menstruación se puede considerar como una victoria parcial, e incluso agridulce. Esto sucede a raíz de que la degradación al medio ambiente no sólo sigue, sino que se intensifica, a pesar de que las mujeres tengamos una mejor calidad de vida y podamos hacer vida normal durante el proceso menstrual. Por ende, no se ha logrado el cometido que el ecofeminismo busca en materia del respeto de la sexualidad y la normalización de la menstruación en coexistencia con el bienestar del medioambiente [3]. En consecuencia, cabe cuestionarse hasta qué punto puede lograrse esta coexistencia, considerando que en la sociedad contemporánea es extremadamente complicado retornar a los métodos tradicionales de toallas higiénicas de tela reusable ya que no todas las mujeres tienen acceso al agua para poder esterilizarlas debidamente, y tampoco tienen el espacio disponible como para poder disponer de ellas de manera salubre y privada. Es importante considerar la interseccionalidad por la que atraviesan las poblaciones afectadas, ya que no todas afrontan su proceso menstrual en las mismas condiciones [4]. Ante ello, surge una nueva alternativa: la copa menstrual. Como su nombre lo indica, es un producto en forma de copa que mide como máximo 6 cm de largo, 5 cm de ancho, y puede sostener hasta 70 ml de fluido menstrual. Asimismo, está fabricado a partir de materiales de larga vida, como el látex, silicona y plástico quirúrgico [5]. Por lo tanto, puede llegar a durar hasta diez años. Sin perjuicio de todas sus bondades, este producto no es accesible a toda la población al día de hoy ya que la información disponible en el mercado acerca del mismo es escasa y su difusión por los canales de salud tampoco es la óptima.
Considerando la durabilidad y los materiales que la fabricación que la copa conlleva, se puede concluir que este producto es un triunfo para el ecofeminismo ya que permite derribar la barrera del acceso a productos para la menstruación dignos y seguros, de la mano con la conservación del medio ambiente. En el siguiente artículo, se evaluará por qué es que la copa menstrual es una innovación tecnológica que se traduce en la consolidación de uno de los principales pilares del ecofeminismo, y de qué manera su difusión entre la población puede traer un impacto positivo significativo para la naturaleza.
Los productos desechables y su impacto nocivo en el medio ambiente
Para comprender en su totalidad por qué la copa menstrual es tan beneficiosa para reducir la contaminación por plásticos y brindar una opción eco-amigable y sostenible para el proceso menstrual, es importante mencionar por qué los productos desechables son tan nocivos para el medio ambiente. En primer lugar, es menester considerar los materiales utilizados para la fabricación de tampones y toallas higiénicas; estos productos están elaborados mayormente por fibras derivadas del plástico, a pesar que una parte de la toalla higiénica suele estar compuesta mayormente por algodón. Incluso, acorde a investigaciones realizadas por el Instituto Real de Tecnología de Estocolmo, existe un material llamado polietileno de baja densidad, el cual se encuentra en los aplicadores de tampones y en uno de los componentes de las toallas higiénicas. La fabricación de este material involucra una alta cantidad de combustibles fósiles, los cuales son sumamente dañinos y perjudiciales al ser quemados puesto que contribuyen al calentamiento global. Tomando en cuenta lo nocivo y hostil que es el material usado para la fabricación de los productos menstruales desechables, hay que sumar a la ecuación el volumen de consumo anual de los mismos. Acorde a reportes oficiales, solo en Norteamérica se han desechado 20 billones de toallas higiénicas y tampones en vertederos terrestres. Se desconoce la cantidad de productos que fueron arrojados al mar o reciclados. A ello, se le debe sumar que una mujer puede llegar a usar 11,000 tampones desde que empieza a menstruar hasta llegar a la menopausia. La cifra puede variar dependiendo de la condición socioeconómica, área geográfica de residencia o necesidades específicas de la persona en cuestión [6]. Tras haber analizado los materiales, el ritmo de distribución y consumo, y la proyección de los datos considerando cuántos más productos pueden consumirse a futuro, es inevitable concluir que es alarmante el ritmo de consumo de un producto que no podrá degradarse a corto o medio plazo y que además no está siendo dispuesto de forma adecuada.
Una perspectiva ecofeminista: ¿Qué es necesario cambiar para que la mujer y la sostenibilidad ambiental puedan coexistir?
Para buscar una opción más accesible, menos contaminante y con mejores posibilidades de trascender en la sociedad moderna de forma eficaz, es necesario recurrir a la perspectiva ecofeminista. A partir de esta perspectiva, se llega a dilucidar que el mayor fin de esta rama del feminismo es reconciliar a la mujer con la naturaleza, ya que se tiene el precedente histórico de que mientras la mujer era subordinada, la naturaleza era degradada. Para lograr esta reconciliación, es necesario que la mujer pueda volver a colocarse en sintonía con su sexualidad y proceso menstrual, viviendo de manera sana sus ciclos naturales asemejándose a los de la Madre Naturaleza [7]. No obstante, la masificación del consumo de productos tan contaminantes y perjudiciales al medio ambiente como los productos menstruales desechables no consiguen que se consolide la visión ecofeminista que facilite una coexistencia de la salud sexual y menstrual de la mujer con un medio ambiente bien preservado. Para tal efecto, han aparecido nuevos productos reusables que acoplan los métodos usados en el pasado como las toallas higiénicas de tela reusable, las cuales acoplan tecnología contemporánea como el uso de broches para simular alas y la aplicación de materiales que permitan una mejor absorción de flujo [8].
Pese a ello, estos productos no son fáciles de usar ni son versátiles para adaptarse a la vida cotidiana de la mujer contemporánea, la cual es una vida altamente activa donde puede que no tenga acceso a un baño y por ende pueda desarrollar una infección. Además, estas toallas requieren de lavado constante e intenso con productos de limpieza, y considerando que una gran cantidad de mujeres tiene acceso limitado al agua, no es viable que todas las mujeres puedan acoplarse a este método. Para acoplar a la sociedad una visión ecofeminista, no pueden dejar de considerarse que varias mujeres son afectadas por la interseccionalidad, y por ende en condiciones de pobreza y escaso acceso al agua es imposible que las mujeres puedan llevar a cabo su proceso menstrual con esta clase de productos [9]. Por lo tanto, tras evaluar que a pesar de que los productos reusables como toallas higiénicas fabricadas de tela pueden llegar a ser sostenibles para el medio ambiente, las mismas no son igual de accesibles para todas las mujeres y además pueden llegar a ser poco prácticas. ¿Cómo se puede lograr esta visión ecofeminista de una manera sostenible y que se mantenga en coexistencia con la salud de la mujer?
Una opción sostenible y práctica: la copa menstrual
La copa menstrual es un producto relativamente reciente, ya que fue usada por primera vez en 1937 por la actriz Leona Chalmers. Este producto, como se mencionó anteriormente, es sumamente pequeño al medir menos de 6 cm de largo, y funciona mediante su introducción en la vagina donde recolecta fluido menstrual [10]. La copa puede llegar a almacenar hasta 70 ml, aunque por razones de higiene y seguridad para evitar desbordes se recomienda que la misma sea vaciada cada 6 horas, dependiendo del ritmo del flujo. Al ser fabricado por materiales resistentes, puede durar incluso diez años, lo cual significa que un solo producto puede reemplazar a miles de productos desechables que puede usar una mujer en una década [11]. Del mismo modo, al no necesitar métodos de higiene avanzados, como las toallas reusables de tela, es más accesible para una población más grande de mujeres. La utilización masificada de este producto menstrual podría llegar a simbolizar la consolidación de una de las principales misiones del ecofeminismo: la reconciliación de las mujeres y la naturaleza, al ser ambas subordinadas y oprimidas desde tiempos históricos. Las copas menstruales por definición no pueden ser consideradas como un producto contaminante, ya que si bien son fabricadas con materiales derivados del petróleo, estos tienen una vida útil sumamente larga, por lo que su reemplazo durante este plazo de tiempo es poco factible. Además, si el uso de copas menstruales llega a ser hegemónico, se perdería una gran fuente de residuo sólido, lo cual sería una gran ayuda para el medio ambiente al ver que ya no se producirían toneladas de basura de cierto producto específico. Pese a sus numerosas ventajas, también se debe pensar en que el uso de la copa menstrual es complejo al requerir agua hervida para su correcta higienización. Además, para poblaciones de mujeres en condiciones de extrema pobreza, la adquisición de una copa representa un desafío puesto que el costo inicial es elevado para personas que tienen un salario menor a 10$ diarios [12].
Sumado a todas los desafíos que tiene que enfrentar la masificación del uso de la copa menstrual, se le agrega uno más: la escasa difusión que tiene este producto en los servicios públicos de salud y educación. Si bien la información acerca del uso de la copa menstrual y los lugares para adquirirla puede encontrarse en internet, el internet no es accesible a toda la población e incluso el mismo hecho de conocer la copa menstrual es limitado a raíz de que los productos alternativos no son promocionados usualmente [13]. Ello conlleva a que la difusión de estos productos esté severamente limitada, y aún así haya una población que pueda hacer uso de la copa de forma eficaz sin ver comprometida su salud, acceso a recursos y condición económica, esta población no está informada acerca de este método. Además, existe un fuerte estigma hacia este producto, puesto que de la poca información que maneja el público en general acerca del mismo, se suele decir que este producto puede romper el himen, causar infecciones y dañar los órganos reproductivos femeninos. En efecto, el uso de la copa menstrual, al igual que el uso del tampón, puede llegar a ser disruptivo y complicado si son usados por una púber que recién está iniciando su proceso menstrual, ya que no se conoce y puede generarse algún daño al insertar el producto. No obstante, psicólogos señalan que con la edad se gana experiencia, y una vez se logra acostumbrarse al funcionamiento de este producto, puede ser incluso más fácil de colocar y disponer que un tampón [14]. Por ende, el principal reto que tiene ahora la copa menstrual es superar la barrera social del prejuicio negativo y el estigma que se tiene hacia su utilización, ya que es vital que la información acerca de productos alternativos se difunda de una forma más eficaz y así pueda mejorarse la calidad del medio ambiente al no reducir sustancialmente la cantidad de residuos sólidos.
A modo de conclusión
Es increíble pensar que un solo producto puede simbolizar la consolidación de uno de los pilares del ecofeminismo. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer para buscar que se normalice el uso de las copas menstruales y se pueda difundir la información a nivel masivo para que la población pueda estar enterada acerca de la existencia y utilización de este producto alternativo. En efecto, no es mandatorio el uso de las copas menstruales, pero el hacer que una parte importante de la población pueda empezar a usarlas será un gran alivio para los vertederos de residuos sólidos, al perder una fuente importante de basura generada anualmente. La tecnología ha sido una gran aliada de la salud femenina durante el último siglo, ha ayudado a que la mujer pueda seguir con su vida cotidiana durante su periodo menstrual y que este deje de ser imposibilitante para poder llevar a cabo sus actividades. Ahora, queda confiar en que se puedan hacer campañas de información eficaces para lograr consolidar a este producto en el mercado y que pueda tener una acogida semejante a la que tuvieron los productos desechables. El tiempo, la difusión de la información, y la promoción del producto definirán si la copa menstrual ha llegado para quedarse.
Ilustración Proyecto Kahlo
Bibliografía:
[1] Smithsonian (s.f). Femenine Hygiene Products. Recuperado el 15 de febrero del 2021 en: https://www.si.edu/spotlight/health-hygiene-and-beauty/feminine-hygiene-products
[2] Technology and Operations Management – MBA Student Perspectives (2016). The Ecological Impact of Femenine Hygiene Products. Recuperado el 15 de febrero del 2021 en: https://digital.hbs.edu/platform-rctom/submission/the-ecological-impact-of-feminine-hygiene-products/
[3] Rodero et al. (2019). Ecofeminismo y cuidado del cuerpo de la mujer. Recuperado el 15 de febrero del 2021 en: https://www.researchgate.net/publication/338611922_ECOFEMINISMO_Y_CUIDADO_DEL_CUERPO_DE_LA_MUJER
[4] United Nations Children’s Fund (2019). Guidance on menstrual health and hygiene. Recuperado el 17 de febrero del 2021 en: https://www.unicef.org/wash/files/UNICEF-Guidance-menstrual-health-hygiene-2019.pdf
[5] Salud Mapfre (s.f). Copa menstrual: materiales y reutilización. Recuperado el 17 de febrero del 2021 en: https://www.salud.mapfre.es/salud-familiar/mujer/reportajes-mujer/materiales-copa-menstrual-y-reutilizacion/
[6] The Chic Ecologist (s.f). The Environmental Impact of Everyday Things. Recuperado el 18 de febrero del 2021 en: http://www.thechicecologist.com/green-living/the-environmental-impact-of-everyday-things/
[7] Patterson, Ashly (2013). The Menstrual Body. Recuperado el 18 de febrero del 2021 en: https://core.ac.uk/download/pdf/303945121.pdf
[8] Gunter, Jen (2019). Are Reusable Femenine Cloths safe? Recuperado el 21 de febrero del 2021 en: https://www.nytimes.com/2019/01/17/well/are-reusable-feminine-cloths-safe.html
[9] Actionaid (s.f). Period Poverty. Recuperado el 21 de febrero del 2021 en: https://www.actionaid.org.uk/about-us/what-we-do/womens-economic-empowerment/period-poverty
[10] Felitti, Karina (2017). Cíclica y la copa menstrual argentina. Recuperado el 21 de febrero del 2021 en: https://www.redalyc.org/jatsRepo/5535/553559586004/html/index.html
[11] The Chic Ecologist (s.f) op.cit
[12] Actionaid (s.f) op.cit
[13] Arias, Daniela y Karla Díaz (2019). Autoconocimiento de la mujer a través del ciclo menstrual: uso de la copa menstrual. Recuperado el 23 de febrero del 2021 en: http://repositorio.usfq.edu.ec/bitstream/23000/8853/1/144739.pdf
[14] Infosalus (s.f). Copa menstrual, ¿Son seguras para la salud? Recuperado el 23 de febrero del 2021 en: https://www.infosalus.com/salud-investigacion/noticia-copa-menstrual-son-seguras-salud-20200101081442.html