Una línea de acción en las ciudades: Ecofeminismo urbano y la conquista de espacios públicos

Escrito por Jimena Soto, miembro del Consejo Editorial de Conexión Ambiental

Cuando se piensa en ciudad posiblemente el concepto más cercano es el de un espacio abarrotado de edificaciones, con algunas áreas verdes, inseguro y finalmente ajeno. Sin embargo, la ciudad constituye una pieza fundamental en la construcción de nuestra identidad dado que condiciona la subjetividad de nuestras experiencias. En este sentido, la ciudad es un constructo cambiante que alberga una multiplicidad de ecosistemas y relaciones que a lo largo del tiempo han sido invisibilizadas mediante la concepción de que este es un lugar sin mayor trascendencia. No obstante, como señala Pineda [1], la ciudad no es neutra, sino que en ella se expresan y materializan diversas relaciones de poder y de género.

El urbanismo tradicional con el que han sido construidas y concebidas las ciudades ha ocasionado no solo el deterioro de la naturaleza que está inmersa en ellas junto con sus importantes servicios ecosistémicos; sino también la reproducción de relaciones de inequidad. Ante ello, el ecofeminismo constituye una línea de acción que aporta una mirada crítica hacia el modelo de ciudad actual.

Repensar la ciudad desde el ecofeminismo

El ecofeminismo es un término que aparece por primera vez en 1974 en el ensayo “Feminismo o la muerte” de Francoise D´Eaubounne. A través de esta obra la autora vincula la liberación de la mujer con la disminución del crecimiento demográfico a fin de poder lograr una sostenibilidad ambiental [2]. No obstante esta primera mención, en aquella década el movimiento ecofeminista ya había emergido simultáneamente en varios espacios a partir del desarrollo de los movimientos feminista, pacifista y ecologista. Así, el ecofeminismo sentó bases en diversos países como Estados Unidos, Australia, India, entre otros. Los movimientos que fueron surgiendo, al tratar de abarcar la relación entre las personas y la naturaleza desde diferentes perspectivas, originaron diversas corrientes dentro del ecofeminismo. A grandes rasgos, se destacan dos representativas: ecofeminismos esencialistas y ecofeminismos constructivistas.

Los ecofeminismos esencialistas sostienen que la capacidad para procrear de las mujeres las hace tendentes a fomentar el cuidado y preservación de la naturaleza. De este modo, estas corrientes se sustentan en un determinismo biológico que apunta a una “esencia” o “sensibilidad” femenina que conecta a las mujeres con la naturaleza [3]. Ante ello, surgen los ecofeminismos constructivistas, críticos con el esencialismo, los cuales sostienen que esa conciencia ecológica especial de las mujeres es producida por la asignación de roles que originan la división sexual del trabajo y la distribución del poder [4].

No obstante la diversidad de enfoques, la visión en común de los ecofeminismos reside en que tanto la subordinación de las mujeres a los hombres como la explotación de la naturaleza, responden a la lógica de la dominación patriarcal y de la acumulación [5]. Como señalan Anzoátegui y Femenías [6], la fantasía de la independencia humana respecto de la naturaleza surge a partir de la división dicotómica excluyente entre lo racional, asociado al hombre; y lo irracional o emocional, vinculado a la mujer y a la naturaleza. De esta manera, se subvalúa a estas últimas bajo el discurso de la otredad cosificada, es decir, aquello que debe ser investigado, dominado y utilizado.

Este paradigma de desvinculación y dominación de la naturaleza se plasma en el espacio urbano al aislarlo a través del concepto de “progreso”. De acuerdo a Valdivia [7], a partir de la Revolución Industrial se da comienzo a la división de los espacios en público y privado, donde lo público estaba vinculado a lo masculino y a la esfera productiva, es decir, donde se desarrollaban las actividades económicas, políticas, culturales, etc. Mientras que lo privado estaba vinculado a la esfera reproductiva, espacio en el cual eran relegadas las mujeres. Así en un primer momento, la división de los espacios obedeció a la división sexual de los trabajos, y dio pie a la configuración de la urbanidad como sinónimo de lo funcional, eficiente o “racional”, de modo que la capitalización de la tierra se volvió fundamental para darle continuidad al sistema de producción.

Si bien la concepción reduccionista bajo la cual las mujeres estaban aisladas de la esfera pública ha sido superada con creces, los rezagos de esta primera distribución espacial aún permanecen en las ciudades actuales. En primer lugar, el desarrollo urbano continúa bajo la visión de la supuesta “racionalidad” y “eficiencia”, siendo que los espacios se siguen mercantilizando aceleradamente bajo la ficción de la infinitud de “recursos” [6], sin tomar en cuenta la resiliencia de los ecosistemas inmersos en estos espacios. Un ejemplo de ello es lo que ocurre con las lomas y humedales en el caso de la ciudad de Lima, ecosistemas que son capturados por traficantes de terrenos para invadir, lotizar y posteriormente vender porciones de aquellas áreas [8].

En segundo lugar, como se puede analizar, la configuración de la urbanidad obedece a relaciones de poder que establecen normas limitantes y en ese sentido, condicionan las expectativas respecto al acceso a los espacios públicos. Ello se puede evidenciar en la heterogeneidad de experiencias que viven en mayor medida las mujeres según su edad, condición social y origen étnico cultural. La percepción de miedo en los espacios públicos es mayoritaria para las mujeres, quienes a diferencia de los hombres restringen su circulación por la ciudad evitando salir a determinadas horas y evitando pasar por calles oscuras o vacías, teniendo de esa manera que modificar su recorrido. Es en los espacios públicos donde la vulnerabilidad para las mujeres se acrecienta y en ese sentido, se manifiesta la disparidad en el estilo de vida, la movilidad y el comportamiento en la ciudad respecto de los hombres [9].

Ante ello, el ecofeminismo se posiciona como un movimiento que visibiliza y cuestiona el pensamiento dualista del sistema patriarcal-capitalista que ha desencadenado en la degradación de ecosistemas y la vulneración de los derechos de las mujeres. En ese sentido, pone en debate aspectos como son la modernidad, razón, ciencia o productividad [10]. De esta manera, a fin de revertir la situación actual, el ecofeminismo denota que los seres humanos somos ecodependientes, es decir, dependemos de la naturaleza para sobrevivir y por ello, no se puede sostener un concepto de “progreso” si se ignoran sus límites. Asimismo, manifiesta la importancia de la interdependencia, es decir, la dependencia que tenemos los seres humanos de los vínculos que sostenemos con otras personas para sobrevivir. De esta forma, el ecofeminismo, desde un enfoque constructivista, no apunta a atribuir la responsabilidad del cuidado de la naturaleza solamente a las mujeres, sino a la generalización de esta tarea en corresponsabilidad. En el ámbito de la ciudad, esa línea de acción también se dirige a cambiar el patrón urbano hegemónico ejerciendo el derecho a la ciudad.

Camino a la transformación: el derecho a la ciudad

El concepto de derecho a la ciudad fue introducido por Henri Lefevbre en su ensayo “Le droit à la ville” en 1967 y consiste en el derecho que poseen los habitantes urbanos de construir, decidir y crear la ciudad como una alternativa a la enajenación y despolitización producidas por el urbanismo moderno [11]. En ese sentido, la investigación urbana y la incidencia política se plantean como dos ejes de acción para hacer frente a la distribución urbana moderna que limita la participación ciudadana, y mercantiliza las formas de vida, así como las relaciones intrínsecas a las ciudades. En esa línea, el geógrafo David Harvey plantea que el derecho a la ciudad va más allá de tener la libertad individual de acceder a recursos urbanos, este derecho implica la posibilidad de transformar la ciudad [12].

El derecho a la ciudad de las mujeres se plasma por primera vez en la Carta Europea de la Mujer en la Ciudad en 1995 que se basó en la investigación “La ciudad, la ciudadanía y el género” [13]. Estos referentes fueron de gran importancia para el desarrollo en las agendas públicas y la doctrina del enfoque de género en la planificación urbana. De este modo, los planteamientos inciden en repensar la seguridad de los ambientes urbanos, la infraestructura, el transporte público, la participación de las mujeres en la toma de decisiones, en la gobernanza y planificación de las ciudades. Ello se concretiza en la relevancia que ha tomado en los últimos años la creación de espacios accesibles y visibles, más que espacios donde impera la monofuncionalidad y la segregación. Como señala Ortiz [9], una distribución con aspectos físicos como el diseño polivalente y multifuncional del espacio, buena iluminación, buen mantenimiento, entre otras características, proporciona lo que diversos urbanistas han denominado la “vigilancia natural”, una vigilancia que los mismos usuarios del espacio público pueden realizar y de este modo, combatir el problema de la inseguridad. De igual forma, se debe garantizar la participación política de las mujeres en espacios de toma de decisiones e impulsar la organización vecinal en igualdad de condiciones.

El ecofeminismo implica abarcar el derecho a la ciudad asimilando a su vez el enfoque de eco e interdependencia, con la finalidad de desmontar el arquetipo occidental de distribución urbana comercial y transicionar a una ciudad emancipadora. En consecuencia, la planificación de las ciudades no puede desentenderse del impacto que genera en el medio ambiente. El urbanismo hegemónico ha concebido a la ciudad como un espacio neutro y separado de la naturaleza, donde debe imperar la “modernidad”. Por tanto, se sigue acríticamente la lógica del mercado inmobiliario mercantilizando todas las áreas disponibles para impulsar superficialmente el desarrollo urbano. En los últimos años ello se ha evidenciado en la comercialización de ecosistemas tales como humedales y lomas, como se mencionó en líneas anteriores, así como en el cambio de uso de suelo de áreas verdes para la construcción. En tal sentido, la planificación urbana, para ser concebida realmente dentro de un paradigma de progreso, debe ser necesariamente un medio que se adapte y haga frente a los desafíos de la crisis climática.

De este modo, la transformación de la ciudad implica la conquista de aquello que nos parece ajeno. En efecto, el ecofeminismo en la urbanidad nos induce a cuestionar por y para quienes están diseñadas las ciudades y qué valores son los que prevalecen sobre otros. Así, constituye una línea de acción para reestructurar y mejorar no solo los espacios sino también las formas de vida. Implica recuperar el sentido de pertenencia, de detentar un proyecto común, como señala Svampa [14], el ecofeminismo aporta un enfoque desde la importancia de la cultura de cuidado como eje central para pensar en una sociedad sostenible mediante valores como la reciprocidad, cooperación y la complementariedad. Por lo cual, es posible transicionar de un modelo de ciudad tradicional pensado exclusivamente en la productividad, a uno en el cual podamos efectivamente vivir.

A modo de conclusión

La ciudad no es un espacio neutro, es una expresión de las relaciones de poder que han sido construidas a lo largo del tiempo. El ecofemismo urbano visibiliza que estas relaciones de subordinación de las mujeres y de explotación a la naturaleza también se reproducen en la ciudades. A partir de una primera forma de urbanización en la época industrial, se estandariza como único modelo de ciudad a aquella que es funcional, moderna o racional y, bajo la idea del progreso, se subordina toda acción en las ciudades a la mercantilización. No obstante, el ecofeminismo como línea de acción induce a repensar la forma en que están constituidas las ciudades, para y por quienes son hechas y si el modelo tradicional de ciudad es realmente el único posible. En tal sentido, el ecofeminismo en las ciudades implica transformar, crear y decidir sobre nuestros espacios, a superar las dicotomías del pensamiento y orientar la lógica del cuidado como una tarea en corresponsabilidad, es finalmente una apuesta por una ciudad emancipadora.

Bibliografía:

[1] Pineda, V. (2020). “Urbanismo feminista y ecologismo: La vida en el centro”. Ciudad feminista. https://www.ciudadfeminista.cl/post/urbanismo-feminista-y-ecologismo-la-vida-en-el-centro

[2] Medina, M. (2012). “La evolución del Ecofeminismo. Un acercamiento al deterioro medioambiental desde la perspectiva de género”. https://www.researchgate.net/publication/271099085_La_evolucion_del_Ecofeminismo_Un_acercamiento_al_deterioro_medioambiental_desde_la_perspectiva_de_genero

[3] Bergere, M. (2016). “Ecofeminismo: violencia de género y maltrato de los animales”. Derecho animal. https://ddd.uab.cat/pub/da/da_a2016v7n4/da_a2016v7n4a3.pdf

[4] Herrero, Y. (2015). “Apuntes introductorios sobre el Ecofeminismo”. Centro de Documentación Hegoa. Boletín de recursos de información n°43, junio 2015. http://biblioteca.hegoa.ehu.es/downloads/20011/%2Fsystem%2Fpdf%2F3602%2FBolet_n_n_43.pdf

[5] Ibidem. P.6.

[6] Anzoátegui y Femenías (2015). “Problemáticas urbano-ambientales: un análisis desde el ecofeminismo”. http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.876/pm.876.pdf

[7] Valdivia, B. (2018). “Del urbanismo androcéntrico a la ciudad cuidadora”. https://revistascientificas.us.es/index.php/HyS/article/view/5172/6044

[8] Martínez, X. (s/f). “Humedales de Ventanilla: Una lucha por sobrevivir”. MediaLab UNMSM.https://medialab.unmsm.edu.pe/humedales-de-ventanilla-una-lucha-por-sobrevivir/

[9] Ortiz, A. (2007). “Hacia una ciudad no sexista. Algunas reflexiones a partir de la geografía humana feminista para la planeación del espacio urbano”. Territorios, núm. 16-17, pp. 11-28. https://www.redalyc.org/pdf/357/35701702.pdf

[10] Pascual, M. & Herrero, Y. (2010). “Ecofeminismo, una propuesta para repensar el presente y construir el futuro”. https://www.fuhem.es/media/ecosocial/file/Boletin%20ECOS/ECOS%20CDV/Boletin_10/ecofeminismo_construir_futuro.pdf

[11] Molano, F. (2016). “El derecho a la ciudad: de Henri Lefebvre a los análisis sobre la ciudad capitalista contemporánea”. http://www.scielo.org.co/pdf/folios/n44/n44a01.pdf

[12] Harvey, D. (s/f). “El derecho a la ciudad”. https://newleftreview.es/issues/53/articles/david-harvey-el-derecho-a-la-ciudad.pdf

[13] Montoya, A. (2012). “Mujeres, derechos y ciudad: apuntes para la construcción de un estado del arte desde el pensamiento y la teoría feminista”. Territorios, pp. 105-143. https://revistas.urosario.edu.co/index.php/territorios/article/view/2282/1987

[14] Svampa, M. (2015). “Feminismos del Sur y ecofeminismo”. https://nuso.org/articulo/feminismos-del-sur-y-ecofeminismo/

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