“Al investigar el concepto de demonio, entre todas las formas de vida, el humano es el que está más cerca de serlo”-Migi. [1]
Los últimos años han develado la aguda situación en la que nos encontramos. El cambio climático, aunado por la pandemia de la COVID-19, hizo pasar a todos los países del mundo -en mayor o menor medida- por una situación de crisis sanitaria, económica y política. Al tratar de encontrar los orígenes de los problemas que atañen al deterioro del medio ambiente, se podrá encontrar como principal responsable al mismo ser humano. En Parasyte, se podrá encontrar una forma, quizá fantasiosa, pero en sumo directa en cuanto a develar el egoísmo del ser humano.
Kiseijū: Sei no Kakuritsu? (寄生獣 セイの格率) o Parasyte, es la adaptación animada del manga de ciencia ficción y horror de Hitoshi Iwaaki, titulado Kiseijuu [2]. La adaptación está dirigida y supervisada por Madhouse bajo la dirección de Kenichi Shimizu. El anime empieza con lo que parece ser una invasión extraterrestre, realizada por una especie de gusanos que se insertan en las cabezas de las personas, apropiándose de su voluntad para devorar otros seres humanos. Así, empiezan a circular constantes noticias de misteriosos y grotescos asesinatos, sin desvelar aún la verdad detrás de los mismos. En este contexto encontramos al protagonista, Shinichi Izumi, quien por razones del azar impidió que el gusano ocupara su cabeza, siendo que solamente se apoderó de su brazo derecho. A partir de este momento, empieza la convivencia de dos especies diferentes.
El parásito que invadió el cuerpo de Shinichi, quien decidió nombrarlo Migi (derecha en español) empieza contándole que no sabe qué es ni cuál es su propósito y que solo recuerda que su primera orden era ocupar el cerebro de un humano. Así pasan los días, con Migi estudiando sobre biología y examinando a los humanos, mientras Shinichi empezaba a ser consciente de la particularidad de su caso y la responsabilidad con la que cargaba. La serie empieza a desarrollarse y Shinichi conoce distintos parásitos que ocupan los cerebros de los seres humanos. Algunos son simplemente agresivos, mientras que otros se interesan por conocer la naturaleza de los humanos. Una de estos últimos es Reiko Tamura, quien en cuyo afán de resolver el motivo de su existencia, decide embarazarse.
En el transcurso de la serie suceden distintos acontecimientos que profundizan en un mismo punto, cuestionar al ser humano, al punto de hacerlo quedar como el verdadero parásito. Es el caso de la agrupación política dirigida por parásitos, quienes haciéndose pasar por humanos, ganaron las elecciones a la alcaldía. Cuando se develó la verdadera identidad de los mismos, se llevó a cabo un operativo para eliminarlos; cuando se arrinconó al alcalde, sus últimas palabras fueron:
Por eso nunca podrán gustarme los humanos. Si la oposición será su respuesta final, no debieron molestarse en fingir lo contrario desde el principio. Las medidas de conservación del medio ambiente son ignoradas a favor del beneficio de la raza humana. ¿Por qué se niegan a aceptarlo? ¡Apoyen la prosperidad de toda la vida sobre la de la raza humana! ¡Eso es lo que los haría la especie superior! ¡Se atreven a decir que la justicia está de su lado! ¡¿Pero qué más justicia podrían buscar?!- Hirokawa. [1]
Una vez muerto, se descubrió que el alcalde, además de ser uno de los líderes de la organización de parásitos, era humano.
Una última escena interesante, es aquella en la que un parásito prácticamente invencible, tuvo como debilidad una estaca que se encontraba dentro de un cúmulo de basura quemada. Debido a la combustión de productos acrílicos, se genera cianuro de hidrógeno, lo cual pudo haber sido el veneno que venció al parásito. De esta manera, nuestro protagonista reflexiona para sí, que en verdad nada puede ganarle a los humanos.
Parasyte es una serie que nos muestra cómo la humanidad se ha vuelto tóxica para la tierra. En más de una oportunidad, se menciona que los parásitos, al reducir la población humana, en realidad serían un antídoto. A la vez, incide en el egoísmo e hipocresía de la especie humana, cuando incluso Shinichi entiende que, a fin de cuentas, todas sus batallas no fueron por el bien de la humanidad ni de la tierra, sino para salvarse él mismo. En un momento señala:
Protegemos a otras especies porque los humanos mismos son criaturas solitarias, protegemos el medio ambiente porque los propios humanos no quieren extinguirse. Lo que nos mueve es simplemente la autosatisfacción. –Izumi Shinichi. [1]
Profundizando al respecto, evaluar el egoísmo del ser humano en relación al cambio climático y los conflictos ambientales que existen alrededor del mundo, es una cuestión altamente subjetiva. Puede oponerse a esta visión que enfatiza en la hipocresía humana, la dimensión generacional y protección ambiental en el derecho constitucional. En efecto, como señala Haberle, en diversos textos constitucionales -con especial incidencia del autor en los europeos- se ha producido una “gradual intensificación y expansión de estos temas”[3]. En esta línea, el autor profundiza en la versión dinámica del “contrato social”, esto es, el “contrato generacional”. En este, puede sostenerse, siguiendo la vertiente del contrato social de Kant, que el pueblo como tal es una cooperación e implica coexistencia así como una sucesión de diversas generaciones; ante esto, el Estado constitucional se encargará de celebrar pequeños y grandes contratos como parte del comportamiento generacional. En suma, que la visión generacional es una forma de entender el pacto que dirige nuestra sociedad, y como parte de esto, existen compromisos y obligaciones hacia las generaciones futuras.
La Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, realizada en Conferencia de las Naciones Unidas, establece como principio 3, que “El derecho al desarrollo debe ejercerse en forma tal que responda equitativamente a las necesidades de desarrollo y ambientales de las generaciones presentes y futuras”. Es importante considerar esto, debido a la relevancia del derecho internacional en nuestro sistema constitucional. Si bien esto es aparentemente meritorio al punto de señalar que los seres humanos no somos del todo egoístas al preocuparnos por las generaciones futuras, una contratesis que puede formularse a partir de lo también formulado por Haberle, es que según un enfoque científico-natural de la protección constitucional generacional el término “generación” es entendible solo antropológicamente[3].
Lo último puede llevarnos a caer en el fatalismo en que cae nuestro protagonista, en el que se cuestiona quién es el que decide el peso específico de la vida del ser humano y de las demás formas de vida. La serie cuenta con escenas en las que se cuestiona el dominio del ser humano sobre las otras especies. En suma, es un análisis que puede ser evaluado acorde a vertientes como el animalismo, pero que no se desarrollarán en esta oportunidad. De esta manera, queda en cada lector determinar si en verdad el ser humano es egoísta, si conformarse con esto, o buscar hacer algo al respecto. Pero es necesario incidir en que este egoísmo no debe transgredir los límites establecidos por la ley, e incluso es necesario reformar nuestro sistema de forma constante, ya que si no es así acabaríamos nosotros mismos con el planeta. Esta advertencia viene siendo tan repetida, al punto en que ha sido necesario incluso, que un dinosaurio nos dé clases de cómo los subsidios fósiles nos pueden llevar a la extinción[4].
Para finalizar, una cita de Shinichi:
Al final, no podía ver las cosas desde la perspectiva de los parásitos, aún menos la de Migi. Claro que no. Era imposible desde el principio. Como dos especies diferentes, a veces podemos aprovecharnos de los demás y matarnos unos a los otros, pero es imposible entendernos. De hecho ni siquiera deberíamos pensar que entendernos a las otras especies según nuestros estándares. Creo que es arrogante que los humanos pensemos que entendemos cómo se sienten otras especies. Tal vez no haya otra especie que sea “amiga” del hombre. Pero aunque no podamos comprenderlas, sin duda son nuestros vecinos y merecen nuestro respeto. Protegemos a otras especies porque los mismos humanos somos criaturas solitarias. Protegemos el medio ambiente porque los mismos humanos no queremos extinguirnos. Lo que nos impulsa es solo nuestra propia satisfacción. Pero creo que está bien y no se puede hacer más por ello. No tiene sentido despreciar a los humanos usando estándares humanos. Sí. Al final, es hipocresía que amemos a la Tierra sin que nos amemos a nosotros mismos. [1]
Referencias:
[1] Shimizu, K., (2014-2015). Kiseijū: Sei no Kakuritsu? [serie animada]. Madhouse
[2] ParasyteWiki. (s/f). Parasyte -the maxim-. Recuperado de: https://parasyte.fandom.com/es/wiki/Parasyte_-the_maxim-
[3] Haberle, P. (2009). Un Derecho Constitucional para las futuras generaciones. La otra forma del contrato social: el contrato generacional. Lecciones y Ensayos, 87, 17-37.
[4] Naciones Unidas. (2021, 27 de octubre). Los combustibles fósiles nos abocan a la extinción, advierte un dinosaurio a los líderes de la ONU. Recuperado de: https://news.un.org/es/story/2021/10/1499032